Flared

¿Se acuerdan cuando los pantalones campana lo eran todo y los skinnies nos parecían un poco raros sólo porque no estaban de moda? Bueno, yo me quedé en esa fase más de lo que debía. Amaba los flares y no podía imaginarme usando otra forma de denim.

Un día caminando por el centro comercial, me senté un par de minutos para mirar alrededor y sólo entonces me di cuenta: todo el mundo estaba usando skinny jeans, a todo el mundo le había llegado el memo, menos a mí. Y el problema no era tanto no estar a la moda, sino reconocer que mientras los demás estaban abiertos al cambio, yo continuaba aferrándome a una silueta porque me hacía sentir segura. Me estaba perdiendo toda la diversión. Y esto lo veo todos los días: mis looks en Chicisimo a menudo son guardados en tableros llamados “Me gusta, pero no me lo pondría”. ¿Qué nos impide disfrutar de la libertad de expresión que nos ofrece la moda? ¿A qué le tememos? ¿A la crítica ajena? ¿O acaso se trata de inseguridades sobre nuestra propia imágen?

Hay un viejo jingle venezolano que dice: “No digas que no si no lo has probado”. Y pese a que odio el término “zona de confort“, la verdad es que, nunca podremos alcanzar nuestro máximo potencial sartorial si no nos atrevemos a salir de ella.

 

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